La música fue siempre un punto de encuentro con la paciente. Ella se reconoce a sí misma como artista, cantante e intérprete, sin dudas tiene mucho para decir de eso y yo como AT, para escuchar. En un contexto de pandemia, que sugiere exponerse lo menos posible al afuera, recomendación que ella seguía casi al pie de la letra, salió a buscar una guitarra. ¿Que marcaba ese acontecimiento en el día a día? ¿Tenía que alojar el AT algo de eso? ¿Qué muleta me tocaba ser a partir de allí?
Después de escuchar la felicidad que representaba tener el instrumento en su casa, y de ayudarla a afinarlo, la pregunta fue ¿Qué tenés ganas de hacer con la música? Ella respondió que no sabía, por lo pronto solo trabajaría sobre dos obras, de las que tenía letra y acordes para poder abordar. Se preparó para interpretarlas, mientras que a mí me tocaba nuevamente un rol de escucha, testigo de su acontecer musical.
Ante la presencia de dos canciones que identificaba como propias, propongo ponernos a trabajar en la confección de una carpeta con las letras de las obras que le gusten, que haya tocado o que quiera tocar a partir de ese momento, ordenarlas por género o encontrar otro criterio que le parezca adecuado. Ella puso en juego una caja llena de hojas con letras de canciones. Ahí estaba su música, su repertorio, ciertamente una subjetividad sonando en un rincón de la casa, que poco a poco comenzamos a desentrañar juntas. Miramos letra por letra, cada una tenía un por qué, cuándo, con quién.
Algunas canciones tenían acordes musicales y otras no, solo letras. Pregunté si esto era así por algún motivo particular. Me dijo que algunas tocaba con la guitarra, y otras solo las cantaba con pistas. En una de nuestras charlas, comentó que tenía un pendrive donde se encontraban sus pistas. Le pregunté por él, y también lo encontramos en un rincón de la casa. Nos dispusimos a reproducirlo.
A partir de ese momento, ya no escuchaba yo sola, sino ella también. Escuchábamos juntas parte de su vida, sus recuerdos más tristes y felices, sus deseos cumplidos y otros estancados. Sus zambas, chacareras y cumbias, entre otras.
Pero mi trabajo era doble, porque además de acompañarla en su propia escucha, atendía su silencio, expectante y convocado, que comenzaba a llenarse de significación. Podía escuchar su musicalidad que con cada canción, sonaba un poco más. Ahora, testigo y acompañante.
Su única queja fue no contar con un índice del orden en el que se encontraban las pistas. Entonces, apostamos a armarlo nosotras.
Un día, en medio del silencio del desayuno, me dijo “Vos me preguntaste que quiero hacer con la música. La verdad que no sé. Siempre hice lo que me dijeron los demás”. Yo le respondí que «tal vez es hora de que empiece a sonar A.”
Posteriormente, la paciente cambió significativamente su rol, ya que comenzó a proponer criterios de agrupación y estructura, manifestando motivación con la tarea. Tanto así, que no es un trabajo que realiza solo en el espacio de acompañamiento, sino en su día a día, anotando nombre y número de pista en su libreta, que ya está sonando en toda la casa.
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Coordinación
Este recorte nos invita a reivindicar lo significativo que resultan tanto la escucha como la pregunta en los dispositivos de AT, en contraposición de la productividad y las intervenciones del orden de lo directivo. Así, aventurándonos a una lectura de esta viñeta y sus movimientos, podríamos ubicar algunas cuestiones fundamentales en la riqueza de este trabajo. En un primer momento, de modo asertivo la figura de AT instala una pregunta por el deseo y sostiene una posición de escucha, habilitando un espacio para el despliegue de aquel sujeto al cual se apuesta.
Esto promueve en la vida cotidiana de la paciente, la exploración, el reencuentro con su historia musical, con sus preferencias, sus vínculos y modalidades entramadas. Luego, en tanto ese repertorio al que vuelve, se encuentra, según ella lo manifiesta, desordenado, el segundo posicionamiento fundamental que toma la AT es el de acompañar la construcción de un nuevo y singular criterio para reordenarlo, ofertando de este modo el armado de un nuevo lugar, brindando apoyo y sosteniendo la escucha.
Aquí es la paciente quien activamente se posiciona respecto a su historia, resignificando canciones, letras y vínculos, eligiendo y reordenando, en compañía de ese otro que oficia de testigo, evidenciándose disponible. Luego, es en el vínculo musical donde la figura de At, ofrece una propuesta y es la acompañada quien toma aquello ofertado, lo elije y se posiciona como creadora.
A partir de aquí, es la paciente la artista de sus producciones, quien dirige sus composiciones, su expresividad musical, su repertorio, y así, comienza a sonar su singularidad enlazada a ese otro que es testigo y acompañante de una musicalidad des – cubierta.