Los tratamientos se adecúan a cada paciente, son individuales y respetan los rendimientos auditivos, los procesos de desarrollo e intereses de cada persona. Pero para dar una orientación general, podemos partir de responder algunas preguntas guía:
¿En qué momento ese paciente pierde la audición? ¿cuánto tiempo está sin audición hasta ser equipado? ¿el equipamiento que tiene le permite escuchar todos los sonidos del lenguaje, como el implante coclear generalmente permite, o sólamente algunos fonemas de nuestra lengua, como es el caso de muchos audífonos que no pueden brindar más información acústica por la severidad de la pérdida auditiva del paciente?
Entonces, si se trata de un paciente adulto que fue oyente toda su vida, estructurando correctamente el lenguaje, y que luego de una enfermedad pierde la audición, habrá que equiparlo y luego acompañarlo en una rehabilitación que en líneas generales, comparativamente, será mucho más corta que la rehabilitación de un niño; porque esa persona ya tiene constituido el lenguaje en su cerebro y ahora debe aprender a escuchar con el equipamiento y las nuevas propiedades de sonido que éste le brinde, que seguro serán diferentes a las propias y naturales previas a la pérdida, pero que le posibilitarán paulatinamente, entrenar las capacidades necesarias para asociar a la memoria auditiva que ya posee desarrollada, los nuevos patrones acústico-lingüísticos.
En el tratamiento atravesaremos una cantidad de pasos ayudando a esa persona para que identifique cómo se escuchan ahora los fonemas, las sílabas, palabras y el lenguaje coarticulado, en silencio y en ruido ambiente.
Un caso muy diferente es el de un niño que nace o adquiere en los primeros años de vida una hipoacusia que le impide escuchar los sonidos del habla, por lo tanto, adquirir el lenguaje oral. En este caso hay otros factores fundamentales a tener en cuenta:
En los niños la función lingüística oral no se encuentra totalmente desarrollada, o nada desarrollada (si la hipoacusia se da desde el nacimiento), por lo que aquí no se trata de restaurar o rehabilitar una función preexistente, porque no hay lenguaje oral estructurado, ni memoria auditiva desarrollada. Aquí el tratamiento es doble, desarrollar las habilidades auditivas, pero también colaborar con la adquisición de la lengua oral, que a veces es la primera lengua y en otros casos es la segunda, en esos casos podremos apoyarnos en la lengua de señas argentina para acompañar la enseñanza del español.
Se trata de una segunda lengua cuando el niño ya está concurriendo a una institución educativa para niños sordos e hipoacúsicos y ha adquirido o empezado a adquirir la lengua de señas, ya sea en la escuela o en el hogar.
El lenguaje es una función complejísima, porque conlleva aspectos fundantes de la humanidad de cada persona, relacionados a la constitución del lenguaje interior y el pensamiento, aspectos relativos a la constitución subjetiva de los niños como sujetos, aspectos comunicacionales interpersonales básicos para la salud mental, adquisición de usos y competencias comunicativo- contextuales, etc. Se trata de uno de los fenómenos más complejos de estudiar y de adquirir, cuando el desarrollo natural se encuentra impedido.
Por si esto fuera poco, la neurología nos señala una “fecha de vencimiento” para la intervención fonoaudiológica eficaz, esto se da porque la plasticidad cerebral determina un período crítico para el aprendizaje de una lengua, fuera del cual no hay garantías mínimas de adquisición de la lengua; por lo que si el niño no es expuesto a una lengua estructurada, sea oral o señada, durante los primeros años de vida, corre peligro su estructuración psíquica, así como las posibilidades simbólico-conceptuales de adquirir una lengua con acceso a la abstracción, a la flexibilidad de la actuación con dicha lengua y a las posibilidades de ser un usuario creativo con la misma.
Centrados como estamos en la terapéutica audiológica, el equipamiento del que resulte la exposición a la lengua oral y la terapéutica audiológica concomitante deben producirse antes de dicho período crítico, y cuanto más nos acerquemos a los 3 – 4 años de edad, y de aquí en más, cada vez será más dificultosa la adquisición para el niño, y se observarán menores logros lingüísticos. Por supuesto dependiendo de las capacidades individuales y familiares de acompañamiento en la terapia.
Queda abierto un debate en el cual no me voy a explayar en esta publicación, pero sí voy a dejar planteado y es el de los niños con hipoacusias (que impidan el acceso a la lengua oral) de nacimiento.
La familia tiene una gran decisión a tomar, pero para ello necesita información clara, precisa y objetiva, o al menos no tendenciosa. Aquí el terapeuta debe dar información y no opiniones personales a menos que éstas sean pedidas por la familia a la que asesora.
La decisión básica es: ¿recibe ese niño un implante coclear (o dos)? O ¿se colabora con su integración a la comunidad sorda; acercándolo a una identidad, grupo cultural de pertenencia y lengua propias?
Retomando el tema central, el tratamiento de habilitación auditiva se basará por un lado, en ir enseñando a diferenciar, a discriminar, a identificar los sonidos del lenguaje, desde contrastes más groseros a otros más finos. Dependiendo de lo que el equipamiento le permita, sobre todo si no ha accedido, por distintas cuestiones, a un implante coclear, sean éstas cuestiones de salud, de presupuesto, de indecisiones, de burocracia, de falta de información, o de elección familiar.
Deberemos averiguar entonces en qué categoría de percepción del habla se encuentra ese niño y desde allí ayudarlo a desarrollar lo más posible la discriminación del lenguaje, para que adquiera la lengua acompañándolo en su desarrollo lingüístico. Este desarrollo implica la totalidad del complejo espectro del lenguaje: su fonología, su fonética, su sintaxis, su gramática, su semántica, su pragmática, sus diferentes actuaciones en contextos, su aspecto interior ligado al desarrollo del pensamiento, menuda tarea.
Cabe mencionar también, la fragilidad de un lenguaje incipiente, que aún no se ha integrado como sistema, cohesionado por el entendimiento de sus reglas intrínsecas. El lenguaje de un niño pequeño se pierde, “se olvida” rápidamente frente a una hipoacusia que imposibilite su input auditivo de lenguaje, porque si no ha completado su desarrollo como estructura, se pierde velozmente frente a la enfermedad. Por ello remarco la premura, la urgencia, la emergencia de la actuación fonoaudiológica en el caso de niños pequeños con hipoacusia.