Finalizando la semana de la lactancia materna, me parece de gran importancia repensar la lactancia de manera acompañada.
Sabemos que la lactancia materna atraviesa varios momentos que pueden llegar a generar gran angustia en las madres y en los bebés.
Una madre puede sentirse muchas veces desbordada, eso no significa que no pueda o no quiera amamantar a su hijx.
Hay una presión social muy fuerte en qué la madre debe ser exclusivamente responsable de los cuidados del recién nacido. Aquel discurso amo que obliga a responder a un mandato patriarcal, de cómo debería actuar una buena madre.
Para poder lactar es fundamental el vínculo de la diada madre-bebe, pero también es fundamental que esa madre no se sienta sola. Que se habilite a decir que hay días caóticos, que la angustia aparece y que se siente cansada. “Mejor hablar de ciertas cosas». La maternidad y la lactancia hacen signo en el cansancio, y para ello deben accionar lxs tercerxs.
¿Qué esto qué llamo el accionar de tercerxs?
Podríamos pensar en varias escenas, donde la presencia del padre, abuelo, abuela, tía, amiga o quién encarne esa función, este a merced de las demandas maternas. Para ello también será necesario que la madre pueda delegar y confiar en el cuidado de los otrxs. Una madre que no se corre nunca de su función, es una madre potencialmente “peligrosa” para ese niño. Podríamos pensar en esos minutos de un baño caliente o “dar la vuelta al perro”, tiempos que se vuelven tan valiosos para la salud mental de esa madre, que se permite sentirse libre de ese niño. Liberarse? Si, liberarse y sentirse una por lo menos por unos instantes.
Los primeros tiempos de la lactancia son de una entrega absoluta, la alienación que debe darse entre la diada genera una gran carga de energías, donde una mujer lactante podría sentirse pérdida, desconocer su propio cuerpo. Porque bebé y madre en un principio son un uno.
Esta normalidad de los primeros tiempos luego debe ir cediendo, los terceros van adquiriendo otros espacios. Hay operaciones de corte importantes en la construcción subjetiva de ese nuevo ser. Si bien es cierto que la madre se comunica leyendo los llantos del niño, también lo hace a través del pecho o el biberón, la madre no solo alimenta, sino que genera las primeras experiencias de placer. Pero en algún momento la función paterna tendrá qué proporcionar un corte necesario para que advenga el uno, es decir, un nuevo significante que le dé un sentido singular al infante más allá de su progenitora. ¡Qué importante se vuelven los terceros en la vida de la dupla!
Las madres suficientemente buenas, diría Winnicott no pueden criar solas, es decir, la crianza es compartida. La lactancia también y debe ser acompañada. Madres sin sostén, corren el riesgo de caer en una depresión postparto u otras patologías psíquicas. Es por ello que este escrito apunta a resaltar la importancia de las madres sostenidas, aquellas que pueden transitar su maternidad desde otro lugar, un lugar acompañado y tierno.