Una hoja en blanco. Sentada frente a mi computadora me pregunto: ¿por dónde empezar a escribir acerca del desafío de emprender en salud? Creo que nada es más representativo que eso: una hoja en blanco.
En el año 2010, teniendo 22 años y siendo alumna de psicología de la Universidad de Buenos Aires, estudiaba psicoanálisis apasionadamente y me inquietaba la inserción en la práctica clínica. En ese entonces, asistía de manera voluntaria al Hospital Borda a hacer acompañamientos terapéuticos de pacientes internados en el hospital. Allí conocí a mi socia y colega, Jennifer Baldassarre, con quien comenzamos el camino del emprendimiento.
Más de una vez habíamos escuchado frases que desalentaban emprender en psicología: “¿Estudias psicología? Te vas a morir de hambre”, “Hay mucha competencia, el país está lleno de psicólogos”, “Los psicólogos no saben nada de números”. También me preocupaban algunos otros pronósticos que auguraban que tendrían que pasar varios años para poder empezar a ejercer una vez que me recibiera.
¿Cuánto tiempo tendría que pasar haciendo algo que no me gustaba hasta poder empezar a vivir de lo que me estaba formando?
Las primeras ideas vinieron de la mano de nuestra práctica. Éramos acompañantes terapéuticas, ¿Qué mejor que empezar a dictar un curso de formación en acompañamiento terapéutico con prácticas institucionales supervisadas y a brindar un servicio profesional de acompañamiento terapéutico con coordinación?
En ese entonces, intentábamos definir el marco conceptual de nuestro trabajo desde el psicoanálisis, el discurso que nos movilizaba. Pasábamos largas horas debatiendo sobre los contenidos del programa y revisábamos nuestras ideas con nuestro supervisor del hospital, Hugo Svetlitza, quien fue no solo una fuente de inspiración para nosotras sino también un gran mentor. Recuerdo que nos decía “ustedes no piensen como acompañantes terapéuticas, piensen como terapeutas acompañantes”. El psicoanálisis fue, desde el principio, motor y brújula.
En los comienzos de nuestro proyecto, cada una aportaba su nombre y su espíritu emprendedor, pero algo faltaba a nuestro emprendimiento para dejar de ser dos: una identidad propia. Decidimos buscar una palabra que representara lo que nos motorizaba y encontramos “désir”, palabra francesa que significa “deseo” y que representa también al “decir” como posibilidad de poner en palabras. El acompañamiento terapéutico era para nosotras, en ese entonces, una práctica que permitía al paciente poner en palabras algo de su sufrimiento. En la hoja en blanco escribíamos: Désir Salud. Nuestra identidad.
El primer curso de acompañamiento terapéutico se abrió y tuvimos ¡una sola inscripta! Lejos de sentirnos frustradas por la poca convocatoria (éramos más docentes que alumnos) dictamos el curso y cuando terminamos, nos reunimos a brindar. Para nosotras había sido un gran comienzo. No hubiésemos imaginado, en ese entonces, que la convocatoria se multiplicaría llegando hoy a contar más de mil quinientos alumnos por año.
Los años pasaron y la demanda por más cursos de formación en acompañamiento terapéutico nos llevó a necesitar contar con un espacio propio. ¡Y agrandamos el equipo! Nuestra sociedad se amplió, aportando al negocio una perspectiva desde las ciencias duras para formalizar y complejizar nuestra empresa.
Actualmente, la compañía cuenta con tres unidades de negocios: por un lado, brindamos el servicio de acompañamiento terapéutico a más de 200 pacientes. Por otro lado, nuestro instituto de formación académica es el espacio de capacitaciones y especializaciones en salud mental y discapacidad, abarcando la clínica del autismo, adicciones, vejez, integración escolar, estimulación temprana, niños y adolescentes, hipoacusia y discapacidad.
Por último, acorde a la demanda de personas con discapacidad que requieren de una mirada integral de sus patologías, creamos el centro integral de atención en salud mental y discapacidad, donde se brindan servicios de psicología, fonoaudiología, terapia ocupacional, psicopedagogía, estimulación temprana, pediatría. La perspectiva es que, si una persona tiene un problema y necesita atención, puede ir a un solo lugar donde se podrán cubrir todos los tratamientos que necesite y, fundamentalmente, preservando una mirada integral del paciente en la cual se proteja su voluntad y se considere su deseo.
Desde los inicios de Désir Salud hemos atravesado situaciones más y menos felices. Emprender no ha sido fácil, en un país en el cual el presupuesto en salud mental es muy bajo y la mayoría de las personas con trastornos mentales no reciben los tratamientos que necesitan. Tampoco ha sido fácil el desafío de emprender siendo mujeres y psicólogas, en un mundo en el cual los éxitos en los negocios llevan la imagen del hombre.
Si algo caracterizó el espíritu emprendedor de Désir desde sus comienzos fue la perseveración, la intuición y la frustración como condición del éxito: ni siquiera en los peores momentos fue una posibilidad dejar de emprender. Recuerdo las palabras de mi padre antes del lanzamiento del primer curso: “no quiero que te frustres”. Mi respuesta fue “me voy a frustrar si no lo hago”.
Muchas cosas cambiaron a lo largo de estos diez años. El color violeta nos ha acompañado desde el principio, representando el empoderamiento y la creatividad. Y en cuanto a nuestro logo, el primero fue una mariposa estática cuya anatomía proviene del símbolo “psi” y representaba la preparación para el vuelo, una mariposa quieta. Cuando lanzamos el centro integral decidimos cambiar el logo, y el actual es una mariposa en movimiento, una mariposa volando. En esta nueva etapa de Désir Salud queremos representar que la empresa despegó y ha emprendido el vuelo… nuestra hoja de ruta es, también, una hoja en blanco.